Cuando ves la película de La Terminal de Tom Hanks piensas que loco sería que te pasara algo así… Y bueno, puedo decir que, a menor escala, he estado encerrada en una terminal de aeropuerto perdiendo un vuelo, sin dinero y sin tarjeta de crédito. Es loco ¿no? Pues ahí va… Un viaje increíble por Perú, Argentina y Brasil… Y cuando digo increíble puedo decir el viaje de mi vida!

Nos encontrábamos en Brasil, no estaba planeado, pero por locuras que te dan en este tipo de viajes, allí nos encontrábamos. Nuestros vuelos de vuelta a casa ya estaban comprados desde antes de empezar el viaje, y por motivos administrativos era una locura pero teníamos que coger un vuelo desde Buenos Aires, Argentina hacia Piura, Perú y de allí a España, haciendo sus dos respectivas escalas en este último. Volviendo a nuestra situación en Brasil, nos disponíamos a coger un autobús de ni más ni menos que 26 horas hasta el aeropuerto de Buenos Aires.

Ya todo se torcía cuando el autobús llegaba con 2 horas de retraso, por lo que nuestro tiempo para coger el vuelo de las 18:15 se iba reduciendo. Los nervios empezaban a aparecer. Una vez sentadas en autobús con cero comodidad y teniendo que pasar una eternidad en él, conseguimos dos asientos cada una para por lo menos poder tumbarnos y dejarlos los riñones más cómodamente. He de decir que en todo este comienzo de locura, a las dos nos habían bloqueado nuestras tarjetas de crédito por diferentes motivos y sólo contábamos con algunas miseras monedas de cada país en el que habíamos estado con las que no llegábamos ni a juntar 10 euros en total, pero algo que nos caracterizaba siempre era que ¡todo nos lo tomábamos con humor!

Tras conocer a medio autobús, entre ellos 3 hombres argentinos, simpáticos, graciosos y que nos amenizaron una gran parte del viaje, empezamos a pasar por los controles de aduanas en los cuales por norma general supone 15 minutos, con nuestro autobús habían decidido que era el día de ponerse exquisitos y revisar maleta por maleta y persona por persona, suponiéndonos alguna que otra hora más de retraso y poniéndonos en alerta roja para llegar a nuestro vuelo.

Con nuestro único alimento, el cual era una barra enorme de mortadela que solo podíamos cortar con un cuchillo de plástico, que más tarde partí sin querer, tres rodajas de pan de molde y unos chicles, nos íbamos acercando a Buenos Aires. Nuestros tres amigos argentinos nos empezaron a quitar de la cabeza la idea de que llegáramos a coger el vuelo así que los nervios se apoderaban de nosotras. Tanta fue la pena que debamos que nos ofrecieron llevarnos en coche desde una de las paradas del autobús, y así fue. Si antes nos encontrábamos en la película de La Terminal, ahora nos encontramos en Too Fast, Too Furious, y en una de las persecuciones más locas que aparezca en las 20 películas que tienen. Y aún poniendo en riesgo nuestras vidas llevándonos a 100 km/h por las calles de Buenos Aires, llegamos al aeropuerto y por tan solo 5 minutos nos habían cerrado las puertas de embarque. Lloramos suplicando en el mostrador, nos metimos en las oficinas de la compañía, llamamos por teléfono a todos los números que nos facilitaban, lloramos un poco más en el mostrador, pedimos hablar con el capitán… Y aun así no nos sirvió de nada y ahí nos encontrábamos, sin dinero, ni tarjetas ni vuelos, en el aeropuerto de Buenos Aires.

Por mi cabeza pasaron muchas opciones… Entre ella trabajar ilegalmente donde fuera hasta conseguir el dinero suficiente para un vuelo o suplicar en los restaurantes del aeropuerto hacer algún tipo de trabajo a cambio de comida hasta encontrar una solución mejor…

El momento de informar a las familias de lo que había pasado y de nuestra situación era uno de los más complicados porque siempre la histérica locura de mamá en el otro lado del mundo y el firme «te lo dije» de papá haciéndote recordar su frase de «Qué se te ha perdido a ti en Brasil». Pero ya estaba hecho así que entre mi familia, la de mi amiga y lo poco que podíamos hacer nosotras desde el aeropuerto y con nuestros 10 euros bastó para en más de 24 horas poder cancelar vuelos, cambiar otros, comprar los que faltaban desde España, pelearnos con teleoperadores, dormir en los diferentes rincones del aeropuerto, asearnos en la medida de lo posible, tirar a la basura la mortadela cambiándola por un Happy Meal en el McDonald para compartir entre las dos, acabar riéndonos de las locuras que nos pasaban y pensar que en poco tiempo, después de todo esto estaríamos en casa contando todo lo que nos había pasado y riéndonos sin parar.

Llámalo casualidad, astros que se alinean a nuestro favor, ángeles caídos del cielo, suerte, karma o simplemente que existen personas buenas. Pero aunque parezca increíble, por cosas de la vida apareció un hombre que nos ayudo, y mucho. Y…¿Cómo apareció? La madre de mi amiga le contó todo lo ocurrido a su amiga. Esta amiga se lo contó a la profesora de su hijo, la cual era argentina. Y esta mujer conocía a un hombre que trabajaba en el aeropuerto en el que casualmente nosotras estábamos. Contactaron con el. El nos buscó por todo el aeropuerto, nos encontró tiradas en el suelo dormidas robando electricidad de una máquina de Coca-Cola para cargar nuestros teléfonos móviles, nos hizo una foto y se la mandó a la madre de mi amiga para cerciorarse de que esos dos despojitos que daban tanta pena en el suelo eramos nosotras. Dieron el visto bueno y nos despertó para llevarnos a comer comida de personas normales y que nos llenara el estómago decentemente. Nos compro más cosas de comer para que tuviéramos más tarde, nos hizo un tour por el aeropuerto enseñándonos las zonas mas cómodas para dormir y de vez en cuando se pasaba a visitarnos. Se trataba de otro alma viajero, que hacia unos años se había quedado encerrado en un aeropuerto de Cuba durante aproximadamente un mes, y realmente sabia lo duro que podía ser. A él le ayudaron y sintió la obligación de devolver lo que un día alguien hizo por él.

Finalmente conseguimos coger nuestros vuelos, increíble pero cierto. Aprendimos a base de bien… Que ante todo cojas tus billetes, ya sean de bus, avión, tren o barco con bastante tiempo por si tienes imprevistos. Que pongas a otra persona como titular de tu tarjeta de crédito, ya que si no es presencial, hay problemas que no se pueden arreglar. Que existen personas increíbles y aparecen en el momento menos esperado, llámalos ángeles de la guarda o llámalos suerte. Que siempre tienes que llevar una cantidad decente de dinero en efectivo. Que ante todo predomine el humor y la positividad… Enfadándote con la mala suerte o hundiéndote no aparecerá la solución frente a ti. Que en los aeropuertos puedes encontrar sitios realmente cómodos. Que hay personas que prestan su ayuda sin querer nada a cambio. Que de todo hay que sacar cosas buenas, hasta de las peores situaciones, porque al final todo son momentos y después de la tormenta siempre llega la calma. Que no me arrepiento de ninguna de las decisiones que tome durante este viaje, porque cada una de ella lo hizo único, especial e inolvidable.

@Lauri2604

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